jueves, 14 de febrero de 2013

No todo comienza al nacer


El otro día, y con motivo de apuntarnos a un tiro al plato yo y unos amigos, escribí sus nombres junto al mío en una lista de inscripción. Un amigo se quejó de que tardaba demasiado en escribirlos, y no era por mi tipo de letra, era porque estaba escribiendo los apellidos completos de la gente. 

Y es que yo siempre he sido muy de escribir los apellidos completos, ya que no es igual Rodriguez, que Rodriguez de Valcárcel, o Martín, que Martín Córdoba. Cada apellido es como una información que tenemos cada uno sobre donde venimos. 

A mí me molesta bastante que esto ya no se tenga en cuenta, en una sociedad en la que se cree que los títulos nobiliarios sólo sirven para reservar en los restaurantes. Y es que llámame anticuado si quieres, pero un título nobiliario sirve para más que reservar en los restaurantes y un apellido para más que para que lo usen de mote tus amigos.

No sé si alguna vez te habrá entrado el “gusanillo” de investigar de dónde son tus apellidos, o si tienes un título, el porqué se le dio a tu familia. Yo sostengo que investigar tus apellidos, tus antepasados, tu procedencia o tu escudo de armas, es de las cosas con las que mejor lo he pasado. Saber que algunos de tus antepasados influyeron en la historia de algún modo, hace grande a cualquiera.

Y es que, no hay que vivir de los méritos de tus antepasados, pero sí hay que sentirse grande por que pertenezcan a tu familia. Así que espero que la próxima vez que vayas a escribir mal un apellido, piensa que detrás suyo, no solo hay una persona, sino una genealogía completa.

Jaime C.

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